“Si mi hijo es tan inteligente, ¿por qué es tan lento?”

Como psicóloga clínica, evalúo a cientos de niños cada año. Algunas de las preguntas más comunes que escucho de los padres son sobre la velocidad de procesamiento. También son las más difíciles de responder.

Mi colega Brian Willoughby y yo abordamos algunas de estas preguntas en nuestro libro Bright Kids Who Can’t Keep Up. Brian y yo trabajamos en el programa de evaluación y aprendizaje emocional en Massachusetts General Hospital/Harvard Medical School.

El pasaje a continuación muestra algunos de los obstáculos, y explica qué hay detrás de ellos.

“Puedo entender por qué todos se frustran tanto con Dennis, ¡porque yo también me frustro! No puede terminar nada a tiempo. Ya sea su tarea escolar, ponerse los zapatos o escribir un mensaje telefónico, ¡no puede hacerlo!

Si no lo conociera tan bien pensaría que no le importa, pero sé que sí le importa. De hecho, le importa mucho. Simplemente no sabe cómo motivarse o comenzar…

Su padre piensa que es perezoso, sus maestros piensan que no le importa y yo me paso la vida gritándole para que haga las cosas. ¿Cómo llegamos a este punto?”.

Algunos niños son rápidos por naturaleza. Corren, hablan, dibujan y hacen todo tipo de actividades a una rapidez que parece adecuada para su edad. Otros niños no, o quizá sería más justo decir que no pueden. Estos son niños que podrían tener lo que se conoce como déficit en la velocidad del procesamiento.

La velocidad de procesamiento de la información se refiere a un proceso complejo y por lo tanto es definido y medido de muchas maneras. Tampoco puede entenderse aislado de otras áreas del pensamiento, tales como el lenguaje, la memoria o la atención.

En general, la velocidad de procesamiento involucra una o más de las siguientes funciones: la cantidad de tiempo que tarda el percibir la información, procesar información y/o formular o dar una respuesta. Aún más sencillo: la velocidad de procesamiento puede definirse como cuánto tiempo tarda terminar algo.

Uno de los puntos importantes que queríamos transmitir en el libro es que tener una velocidad de procesamiento lenta no significa que un niño sea menos inteligente. De hecho, Dennis, el niño mencionado anteriormente, tiene una inteligencia verbal en el percentil 90. Pero incluso así le toma mucho tiempo hacer cosas como tomar apuntes, terminar los exámenes y escribir los trabajos que le asignan.

Los padres de Dennis se sintieron aliviados al saber que sus problemas tenían una explicación. Muchos niños tienen dificultades en esta área. Los déficits en la velocidad de procesamiento ocurren conjuntamente con muchas dificultades de aprendizaje y de atención. Y nuestro mundo acelerado los ha hecho mucho más evidentes que en generaciones previas.

El primer paso es identificar la dificultad. Una vez que los padres de Dennis lo hicieron, pudieron aceptarlo y encontrar maneras de adaptarse.

De esto trata mi libro, de las cosas que usted puede hacer para ayudar a su hijo a enfrentar esas dificultades y salir adelante en la casa, la escuela y la sociedad. Eso incluye ayudarlos a ser felices y tener una buena autoestima.

Averigüe qué hacer si le preocupa que su hijo pudiera tener una velocidad de procesamiento lenta. Infórmese si la velocidad de procesamiento puede mejorar. Lea sugerencias sobre cómo ayudar a los maestros a reconocer que la velocidad de procesamiento es un problema real. Y descubra maneras de ayudar a los chicos con velocidad de procesamiento lenta a tomar apuntes en clase.

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