Me estoy liberando de la vergüenza de tener TDAH y discapacidades del aprendizaje

Tengo TDAH y discapacidades del aprendizaje. Si bien he tenido que enfrentar desafíos académicos, también he tenido que enfrentar el estigma y la vergüenza de aprender de manera diferente.

Desde que era pequeña me sentía señalada por mis dificultades. Recuerdo que la maestra de tercer grado se pasó todo el año diciéndome: “¡Concéntrate!”. Por supuesto, sus regaños nunca impidieron que dejara de distraerme en sus clases.

Quizá si ella hubiera entendido que mi dificultad para poner atención no podía resolverse diciéndome esa palabra, mis calificaciones hubieran sido mejores. Experiencias como esta me hacían sentir que mis diferencias en la manera de pensar y aprender siempre impedirían que me fuera bien en la escuela.

Recibí ayuda de especialistas en lectura y de mis padres en la casa. Pero seguí teniendo dificultad para mantenerme al día con los deberes escolares.

Me sentía muy avergonzada por mis diferencias. Recuerdo haber recibido adaptaciones en el salón de clases, como tiempo adicional para presentar los exámenes, pero me rehusé a usarlas. De hecho, intentaba terminar los exámenes más rápido que los otros estudiantes, pensando que eso demostraría que yo era igual que los demás.

En la escuela media me cambié a una escuela más pequeña, lo cual fue mejor para mí. La escuela me dio la atención y el apoyo que necesitaba. No solo me ayudó en lo académico, sino que los maestros despertaron en mí el interés por aprender.

Sin embargo, eso no eliminó la vergüenza que sentía. Al crecer, me volví aún más consciente de las opiniones negativas que tenían los demás a mi alrededor acerca de las discapacidades del aprendizaje. También empecé a darme más cuenta de las diferencias académicas que existían entre los otros estudiantes y yo.

En bachillerato, los compañeros de clase y los amigos a veces me decían que yo “actuaba muy TDA”. Varios maestros le dijeron a mis padres que yo era “lenta”. No sé si eran mal intencionados a propósito, pero cualquier comentario se me quedó grabado y aumentó la vergüenza que sentía.

Al mismo tiempo, me estaba convirtiendo en una estudiante muy motivada. Creo que finalmente sentí que podía tener un buen desempeño en la escuela, y eso hizo que quisiera esforzarme más para obtener buenas calificaciones en mis asignaturas. Mis esfuerzos fueron recompensados y tuve mención honorífica. Apliqué y fui admitida en Emory University.

Durante mi primer año en la universidad, decidí ocultar mis desafíos a mis compañeros. Quería salir bien en mis estudios sin tener la etiqueta de “discapacidad del aprendizaje”. Aun así, me registré en la oficina de servicios para discapacitados de la universidad y recibí adaptaciones, como presentar los exámenes en un lugar separado. Pero lo mantuve en secreto.

Temía constantemente que alguien lo descubriera. Me volví cada vez más reservada. Me aterraba que mis amigos se inscribieran en mi clase o se enteraran de dónde presentaba los exámenes.

Asumí que ser sincera sobre mis diferencias en la manera de pensar y aprender haría que las personas me subestimaran. Me preocupaba que no me eligieran para los proyectos en grupo, o incluso no conseguir un empleo.

Ocultar mis dificultades fue más difícil de lo que imaginaba y empezó a perjudicarme. Estaba ansiosa constantemente de que las personas se enteraran. Ensayaba en mi cabeza explicaciones ficticias para las preguntas que pudieran hacerme de por qué tenía que atravesar el campus para presentar un examen.

Finalmente, la verdad salió a flote. Una amiga se dio cuenta de que estaba mintiendo acerca de tener más tiempo en los exámenes. Pero en lugar de reírse o pensar mal de mí, me dijo que no había razón de sentirme avergonzada.

Ella estaba en lo cierto. Me di cuenta de que estaba convencida de que tener TDAH y discapacidades del aprendizaje era algo malo. Durante años había internalizado los comentarios negativos de las personas hasta el punto de creérmelos.

Ahora eso está cambiando. Solía culpar a mis diferencias del aprendizaje por los problemas que había enfrentado, pero ahora les atribuyo mis logros. Tener esas diferencias me ha hecho una estudiante dedicada y motivada. Sin ellas, dudo que hubiera llegado donde estoy actualmente.

Sentirme orgullosa me ha llevado a ser más abierta, lo cual espero ayude a cambiar la opinión de los demás respecto a lo que significa tener diferencias en la manera de pensar y aprender.

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