Mi hijo con TDAH encontró su propio médico (¡y le funcionó!)

Me gustaba mucho la doctora de mi hijo con TDAH durante el bachillerato. Era una pediatra, lo que quiere decir que en algún momento él iba a tener que dejar de ser su paciente. Tenía la esperanza de que sucediera después de que terminara la universidad. Creía que la necesitábamos en esta nueva etapa en la vida de mi hijo.

Un día que acompañé a mi hijo a una revisión de rutina, finalmente le hice la pregunta que rondaba en mi cabeza.

“Sé que como pediatra usted no ve a sus pacientes toda la vida, pero ¿cuándo se vuelven demasiado ‘mayores’ para que usted los trate?

Ella contestó: “hacemos la última revisión antes de que se vayan a la universidad y después nos despedimos”.

Hemos conocido a nuestra pediatra por más de una década. Ella nos ha visto pasar por muchas cosas, incluyendo el diagnóstico de TDAH de mi hijo y los cambios en su medicación. Y con su inminente comienzo en la universidad, deseaba más que nunca que nuestra doctora me orientara.

Después me di cuenta de que no era la única que necesitaba que me guiaran, también mi hijo lo necesitaba. Aunque le gustaba su pediatra, la relación era principalmente de madre-a-doctora. Él necesitaba formar su propia relación de médico a paciente.

Lamentablemente tardó más de lo que había anticipado. Mi hijo partía hacia la universidad a finales de agosto, y no fue hasta finales de la primavera cuando empezó a buscar un médico. Los médicos que había recomendado nuestra pediatra no tenían citas disponibles hasta varios meses después.

Mi hijo dedicó algo de tiempo a leer en línea acerca de los médicos que aceptaban nuestro seguro médico. Le agradó la apariencia de un médico general que mencionaba que le gustaba el fútbol americano universitario. Mi hijo pensó que podrían tener algo en común.

Fue a la cita solo y luego regresó desilusionado y enojado. Resultó que ese médico no trataba a pacientes con TDAH.

Nunca se me ocurrió que un médico general no tratara el TDAH. De hecho, mi hijo parecía no poder encontrar un médico que lo hiciera. El consenso de las personas con quienes hablamos era que su TDAH tendría que ser tratado por un psiquiatra. Nos empezamos a preocupar porque se aproximaba el inicio de la universidad y parecía que nos estábamos quedando sin opciones.

Finalmente mi hijo recordó que el papá de uno de sus amigos de los boy scouts era un médico general. Lo llamó, y el papá del amigo no solo trataba el TDAH, sino que aceptó ver a mi hijo a finales de esa misma semana.

No pudo haber resultado mejor. Mi hijo me dijo que su médico no lo juzgaba, sino que le daba consejo de adulto acerca de situaciones de adulto. Por ejemplo, su nuevo médico le explicó directamente cuáles eran los posibles efectos secundarios de mezclar los medicamentos para el TDAH con alcohol, lo que era un gran motivo de preocupación en la universidad. Es el tipo de consejo que era recibido con suspiros cuando yo los daba.

El día que la pediatra de nuestra familia graduó amablemente a mi hijo de su práctica, me quedé nerviosa y ansiosa. Pero pienso que era simplemente otra faceta de permitir que nuestro hijo con TDAH se independice.

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