Por qué mi hijo con TDAH nada 4 millas al día

El TDAH no es broma. Desde el momento en que nació, mi hijo mostraba una energía asombrosa. Se despertaba temprano en la mañana y continuaba activo hasta la hora de su siesta. Después se despertaba y continuaba sin parar hasta que llegaba la hora de dormir. Jugaba con sus juguetes alocadamente y perdía interés rápidamente, no había momentos de reposo.

Era interminablemente agotador para mí. Al final del día me decía: “No puedo hacerlo de nuevo mañana. No estoy hecha para esto”. Al día siguiente, tenía que hacer todo nuevamente. Estaba exhausta.

Me salvé el primer verano de mi hijo cuando descubrió lo divertido que era estar al aire libre. Era mucho más fácil mantenerlo ocupado afuera que adentro. Así que pasamos todo el verano en el jardín, pasando de una actividad a otra con rapidez. Me encantaban esos largos días de verano.

En invierno era otra cosa. Los inviernos en Utah son fríos y con nieve, y estábamos atrapados adentro. A medida que mi hijo crecía, se requirió mucho esfuerzo para evitar que destrozara la casa.

Cuando tenía alrededor de 18 meses de edad aprendió por sí solo a “surfear en el colchón”. Sacaba de la habitación el colchón de su cuna, se montaba en él y se deslizaba por las escaleras hasta chocar con almohadas al llegar abajo. Se reía y lo hacía una y otra vez durante horas.

Mis amigos pensaban que yo estaba loca por permitir que hiciera eso. Pero no había manera de que entendieran la cantidad de energía que tenía mi hijo, y cuánta atención requería constantemente. Y honestamente, de esa manera agotaba su energía. Así que decidí permitir que lo siguiera haciendo.

Cuando cumplió dos años, mi marido y yo decidimos sacarlo durante el invierno para evitar volvernos locos. Rentamos los esquíes y las botas más pequeñas disponibles (aunque seguían siendo demasiado grandes) y enseñamos a esquiar a nuestro hijo. Se cayó una o dos veces antes de empezar a deslizarse por la montaña, con un chupón firmemente en su boca. Rápidamente se convirtió en un diestro esquiador a una edad en la que todavía necesitaba dos siestas al día. A los cinco años ya esquiaba pistas diamante negro, algo que yo nunca he podido hacer.

En ese entonces me di cuenta de que mi hijo se sentía contento cuando estaba en movimiento. Cuando no lo estaba, se agitaba y se rompían cosas. Así que lo inscribí en todas las actividades físicas y deportes que encontré, hasta que a los ocho años se concentró en la natación competitiva.

Al principio, nadaba una hora tres veces a la semana. Con el tiempo pasó a dos horas al día cinco días a la semana, más competencias al menos dos fines de semana al mes. A medida que se acostumbraba a la rutina de nadar, empezamos a notar cambios en la casa. Estaba más calmado, menos agitado. Parecía capaz de poner atención y enfocarse, y había menos cosas rotas en la casa.

Alrededor de un año, después de que mi hijo descubrió la natación, fue formalmente diagnosticado con TDAH. En retrospectiva, parece obvio. Él es un motor con energía ilimitada, siempre listo para la actividad física. Finalmente pudimos juntar todas las piezas y entender por qué nadar diariamente parecía ayudarlo mucho en su vida. Es como si hubiéramos encontrado una manera de controlar el problema antes de conocer la causa.

A los trece años, mi hijo nada cerca de cuatro millas todos los días. Es uno de los nadadores más rápidos de su edad en nuestro estado. Ha participado en competencias nacionales y ha ganado competencias estatales. Cuando no nada, su vida entera se resiente. Las emociones se intensifican, su energía está fuera de control y es casi imposible quedarse sentado en clase. Tener un escape para su energía lo ayuda a mantener el resto de su vida bajo control.

El TDAH sigue gobernando nuestro mundo. Es una condición agotadora que lo abarca todo, y que muy pocas personas verdaderamente entienden. La natación no cambiará eso. Y a medida que mi hijo ha crecido, el TDAH lo ha llevado a nuevos retos en la escuela y con sus compañeros de clase, más allá de su energía sin límites.

Pero siento que al menos hemos descubierto una pieza del rompecabezas del TDAH: el ejercicio físico. Eso hace que el resto de la vida de mi hijo sea posible.

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