Cómo cambié la cena familiar para adaptarlas a las dificultades de procesamiento de mi hija

Hasta hace poco, nuestra familia raramente se reunía a comer. Nuestros hijos tienen 9 y 14 años y se ha vuelto cada vez más complicado coordinar los horarios de todos. Pero hemos estado intentando cambiar esto. En los últimos meses, mi esposo, mis hijos y yo hemos logrado cenar en familia muchas veces.

Me encanta cuando esto ocurre. Hemos comido juntos y tenido conversaciones excelentes. Nos hemos reído y nos hemos comunicado de otras maneras.

Toda la familia disfrutaba nuestras cenas. O eso creía yo.

Un día, cuando los llamé a comer, mi hija de 9 años apareció con sus audífonos puestos. Se sentó a la mesa, encendió su iPad y empezó a ver un video.

“¿Discúlpame?”, dije un poco impactada. “No vemos videos en la mesa cuando comemos juntos. La idea es que hablemos y nos escuchemos”.

“Sí, pero es que me aburro”.

“¿Qué quieres decir?”, le pregunté.

“Bueno, ustedes hablan demasiado rápido y no entiendo lo que dicen. Así que voy a ver unos videos. Ustedes pueden hablar”. Mi hija volvió a enfocarse en su iPad.

Me sentí muy mal. No tenía idea de que ella se sintiera de esa manera. Pero lo entendí de inmediato.

Haciendo memoria, me di cuenta de que éramos mi esposo, mi hijo y yo quienes conversábamos más durante la cena. Puede que mi hija sonriera y dijera una palabra de vez en cuando, pero en realidad no participaba.

Hace varios años, mi hija fue diagnosticada con . Las personas con frecuencia piensan que esto solo significa que a ella le cuesta leer. Pero cuando la evaluaron, aprendimos que su dificultad con la lectura en realidad es causada por sus dificultades con el procesamiento del lenguaje.

A ella le cuesta encontrar la palabra correcta cuando habla, y tarda más tiempo en procesar el significado de las palabras cuando otros están hablando. Esto le dificulta seguir conversaciones rápidas, especialmente cuando pasan de un tema a otro.

He pensado cientos de veces cómo sus dificultades de procesamiento la afectan académicamente. Pero cuando trajo sus audífonos a la mesa fue cuando realmente entendí que también podía afectar las interacciones familiares.

Así que cambié el plan. Pensé en cómo asegurarme de que ella también participara en las conversaciones familiares a la hora de comer.

Por ejemplo, en una cena hice que cada uno tomara turnos para relatar un recuerdo de las vacaciones familiares. Esto reemplazó las conversaciones caóticas en las que todos hablábamos al mismo tiempo.

Nos aseguramos de que mi hija fuera la última en hablar para hacérselo más fácil. Hablamos de la montaña rusa, de cuando nos perdimos y no sabíamos cómo llegar al restaurante y del mercado al aire libre en donde compramos galletas artesanales. Como hubo menos ires y venires en la conversación, a ella le fue más fácil seguirla y participar.

Cuando llegó su turno habló de un hermoso atardecer sobre el océano. Describió todos los colores: rosado, anaranjado, azul, blanco, rojo, y las formas de las nubes. Recordó cómo se sentía el aire, que había gaviotas y los sonidos que hacían las olas. Pintó una imagen ante nuestros ojos.

En ese momento mi hija me recordó algo importante. Me di cuenta de que mientras el resto de nosotros estamos ocupados hablando, ella está percibiendo la belleza y las maravillas del mundo que nos rodea.

Gracias a ella pudimos ir más lento y ver el mundo a través de sus ojos. Y ahora nuestras comidas familiares son una oportunidad para que realmente nos conectemos.

Si alguno en su familia procesa la información de manera diferente, conversar puede ser un reto. Estas son algunas ideas que han funcionado en nuestra familia:

  • Tengan al menos una conversación estructurada o un juego. Permita que cada miembro de la familia tenga su turno y la oportunidad de prepararse para cuando llegue ese momento. Por ejemplo, pueden tomar turnos para hablar sobre la mejor parte de su día. O jugar a las adivinanzas con varias preguntas.

  • Tengan una señal o gesto que pueda ser usado cuando la conversación sea muy rápida. Nuestra familia hace el signo de paz con los dos dedos. La señal puede ser usada por cualquier miembro de la familia en cualquier momento. Tratamos de emplearla ocasionalmente para que mi hija no se sienta mal cuando necesita usarla para que la conversación sea más lenta.

  • Hagan el esfuerzo de hablar más lentamente. Esto no significa que tengan que hablar más alto. Solo más lento, haciendo pausas entre las oraciones.

  • Cuando empiece a sentirse impaciente (como me ocurre a mí a menudo), recuerde que es mucho más frustrante para su hijo que para usted. Esto me ayuda a tener empatía y calma mi frustración.

  • Cerciórese a menudo que su hijo está entendiendo. Esto es algo que la mayoría de los maestros hacen intuitivamente. Pero que yo como madre he tenido que aprender. Por ejemplo, si alguien usa la ironía haga una pausa y explíquelo, por si acaso la broma no se entendió.

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