Superar la culpa de haberle “transmitido” el TDAH a mi hijo

Mi hijo tiene TDAH y suele tener dificultad para enfocarse en una tarea. Una noche, después de pedirle cinco veces que se desvistiera para bañarse lo encontré mirando un póster en su habitación y tocando uno de sus juguetes. En ese momento tenía 6 años

Se veía decepcionado de sí mismo.

“Papi, lo siento mucho”, dijo. “Me volví a distraer. Me esforzaré más la próxima vez”. Esto le ocurre a menudo en la casa y en la escuela, y a mí me trae muchos recuerdos.

Recuerdo cuando yo estaba en primer grado. Recuerdo haber llorado de frustración cuando tenía que quedarme en el salón durante el almuerzo, intentando terminar los exámenes de matemáticas que teníamos que presentar.

Nunca podía terminarlos a tiempo, aunque tenía las respuestas correctas. Me preguntaba por qué los otros niños no tenían que perderse el almuerzo para terminarlos, y por qué yo tenía que comer durante el recreo porque había usado la hora del almuerzo para terminar los exámenes.

Creo que sabía que era listo, pero me sentía como si fuera tonto. Me encantaba leer, pero tardaba mucho tiempo en terminar un libro. Mis calificaciones bajaron cuando llegué a la adolescencia porque no podía concentrarme en los deberes escolares sin importar cuánto me esforzara. Me tardaba hasta tres veces más que los otros niños en hacer las tareas y a veces ni siquiera podía terminarlas.

Mis maestros le dijeron a mis padres y a mí que podía obtener mejores calificaciones, pero que no me estaba esforzando lo suficiente. Cuando solicité ayuda adicional a mi maestro de matemáticas, me dijo que era un flojo porque no terminaba mi tarea con regularidad.

Hoy en día eso hubiera indicado señales de alerta, pero en ese entonces creo que las escuelas no estaban conscientes de esas cosas. Por lo que no recibí la ayuda que necesitaba.

No fui diagnosticado con diferencias en la manera de pensar y aprender en la manera de pensar y aprender hasta que tuve 37 años. Me habían despedido del trabajo. Mi esposa y yo decidimos que me quedaría en casa con los niños y que regresaría a la universidad para terminar mis estudios. Estaba emocionado por la oportunidad de pasar más tiempo con nuestros hijos y al mismo tiempo continuar mis estudios.

Sin embargo, pronto empecé a experimentar el mismo tipo de problemas de aprendizaje que tuve de niño. No podía hacer las tareas de lectura a tiempo, y no podía organizarme lo suficiente para equilibrar mis responsabilidades familiares y escolares. Pasaba de un proyecto a otro y no podía concentrarme. Mi esposa sugirió que me evaluaran.

La oficina de servicios para discapacitados de mi universidad fue de mucha ayuda. En breve realicé las pruebas que necesitaba. La evaluación determinó que tengo una discapacidad del aprendizaje a nivel del lenguaje que afecta mi velocidad de procesamiento, entre otras cosas. Mi médico también me diagnosticó TDAH. Estos diagnósticos me hicieron elegible para recibi que me ayudaron a terminar la universidad y recibir mi título en sistemas de información computarizados.

Ciertamente descubrir que tengo TDAH aclaró bastantes situaciones de mi niñez y mi vida adulta, pero también hizo que me preocupara por mi hijo.

Aprendí que el TDAH tiene un origen genético y que puede ocurrir en miembros de la misma familia. Cuando mi hijo fue diagnosticado con TDAH empecé a sentirme tremendamente culpable. ¿Y si él experimenta la misma frustración y baja autoestima que yo? Me sentí culpable de haberle “pasado” el TDAH junto con las experiencias negativas que yo tuve de niño.

Me esforcé por proporcionarle los beneficios que yo no tuve. Mi esposa y yo hicimos que lo evaluaran a temprana edad y que recibiera la ayuda que necesitaba. Estábamos pendientes de sus desafíos. Trabajamos con él en las actividades en las que tenía problemas y nos comunicábamos con sus maestros frecuentemente para estar seguros de que recibía apoyo en la escuela.

Los efectos de nuestro enfoque proactivo me sorprendieron el otro día cuando le pedí que arreglara su habitación. Después de habérselo pedido varias veces, seguía jugando con sus carritos.

Pero en breve me preguntó: “Papi, ¿me distraje mucho otra vez?”.

Cuando asentí, dijo: “Por favor, ¿podrías irte? Esta vez trataré de concentrarme y recoger mis libros con más empeño. Luego podemos elegir otra cosa para ordenar, ¿de acuerdo?”.

Fue muy directo. Y para mí fue como un logro como padre.

Benjamín entiende sus dificultades. No considera todos los recordatorios y apoyos para su TDAH como algo “adicional” que otros niños no tienen que hacer. Vivir con TDAH es solo una parte de su vida que siempre ha conocido.

Y lo más importante, él es feliz. Es un niño tranquilo y dulce, deseoso de agradar y ser amigo de todos. Tiene lo que me gusta llamar una buena disposición ante cualquier cosa. Es responsable, brillante y peculiar. Su peculiaridad parece ser parte de lo que lo hace tan encantador para todos los que lo conocen.

Sé que siempre va a tener obstáculos, pero él está en una situación mucho mejor de la que yo estuve. Me gusta pensar que mis esfuerzos son una razón importante de ello. Tendrá una experiencia completamente diferente a la que yo tuve de niño. Eso me ha ayudado a superar el sentimiento de culpa de haberle “pasado” el TDAH.


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