Por qué la crianza estilo "Ricitos de oro" ayuda a desarrollar las habilidades de la función ejecutiva

Si su hijo alguna vez se ha quejado porque el vaso tenía poca leche (“¡pero si tengo mucha sed!”) y después de que usted agregó más se quejó de que era demasiada (“¡no puedo terminarla!”), entonces usted sabe lo difícil que puede ser encontrar el equilibrio adecuado cuando cria a un niño. Es como el personaje del cuento infantil Ricitos de oro que quería que su papilla no estuviera, ni demasiado caliente ni demasiado fría, sino “en su punto”.

Cada vez más los investigadores están descubriendo que “en su punto” es un concepto importante en lo que se refiere a la manera de criar. Tiene que ver con cómo los niños desarrollan la función ejecutiva.

La función ejecutiva es el “sistema de control de tráfico aéreo” del cerebro. Ayuda a los niños a enfocarse, recordar reglas, resistir la tentación y pensar de manera flexible. Nuestro estilo de crianza puede afectar el desarrollo de las habilidades de la función ejecutiva de los niños.

Cuando los niños están tratando de alcanzar una meta, como terminar un rompecabezas o hacer la tarea, los padres suelen adoptar uno de estos tres estilos de crianza:

  1. Permisivo. Los padres permiten que los niños averigüen las cosas por sí solos, aunque eso signifique que enfrenten dificultades y no logren su objetivo. Estos padres actúan de manera despreocupada, a veces hasta el punto de no estar lo suficientemente presentes. Por ejemplo, un padre o madre permisivos podrían estar revisando su teléfono mientras el niño está haciendo la tarea.

  2. Controlador. Los padres quieren que los niños cumplan sus metas rápido y correctamente, aunque eso signifique terminar haciendo gran parte del trabajo de sus hijos. Los padres controladores parecen impacientes. Puede que le den a sus hijos la respuesta correcta de un problema de la tarea o que la escriban ellos mismos mientras el niño observa.

  3. Promotor de la autonomía. Los padres permiten que los niños hagan la actividad a su propio ritmo, y ofrecen ayuda únicamente si es necesario. Están atentos y son sensibles a la necesidad de sus hijos de recibir ayuda, pero les permitirán enfrentar sus desafíos. Por ejemplo, cuando un niño hace un rompecabezas, los padres promotores de la autonomía podrían darle pistas, o acercarle de manera disimulada la pieza correcta para que el niño la vea, la agarre y sienta: “¡Lo logré!”.

Mi colegas y yo hemos investigado mucho sobre los estilos de crianza y el funcionamiento ejecutivo. Nuestro trabajo se ha enfocado en niños de preescolar y kínder.

En un estudio, hicimos que un padre o madre trabajara con su hijo en un rompecabezas difícil. Observamos cómo interactuaron, y posteriormente medimos las habilidades de la función ejecutiva de los niños. Hasta ahora, esto es lo que hemos encontrado:

  • Las mamás que practican una crianza que promueve la autonomía con niños de 1 año consiguen que los niños tengan mejores habilidades del funcionamiento ejecutivo a los 2, 3 y 5 años.

  • Los papás que promueven la autonomía tienen hijos con mejores habilidades de la función ejecutiva a los 3 y 5 años.

  • Las mamás y los papás que tienen buenas habilidades de la función ejecutiva tienden a ser más promotores de la autonomía en su estilo de crianza.

La conclusión de nuestra investigación es que la crianza que promueve la autonomía parece ser la mejor para el funcionamiento ejecutivo de los niños. Creemos que esto se debe a que, cuando los niños se sienten empoderados en un ambiente que los apoya, es más probable que participen en el proceso de reflexión, que es la clave para pensar antes de actuar.

La crianza que promueve la autonomía funciona porque está “en su punto”. Es un equilibrio entre ser paciente y tomar distancia (permisivo), y ser eficaz e involucrarse (controlador). Cuando los niños dominan tareas difíciles con este nivel de apoyo “en su punto” de sus padres, desarrollan autonomía. Esto les brinda un sentimiento de competencia (“¡lo logré!”) y de eficacia (“soy bueno para resolver cosas, incluso si son difíciles al principio”).

¿Qué significa esto para usted?

Primero, trate de ser consciente de la manera en que educa a su hijo. No siempre es fácil saber cuándo está ayudando demasiado o muy poco. Sin embargo, siempre puede preguntarse: "¿Esto es algo que mi hijo podría hacer sin ayuda?". Si es así, trate de no intervenir.

Simplemente estar consciente del nivel de apoyo “en su punto” puede hacer una gran diferencia. Puede ayudarlo a saber cuándo está bien permitir que su hijo fracase en una tarea.

Segundo, considere hacer cosas para trabajar en sus propias habilidades del funcionamiento ejecutivo. Hacerlo puede convertirlo en un mejor padre o madre. Comience con cosas pequeñas. Por ejemplo, procure darse tiempo a usted mismo para recargarse y así evitar sentirse abrumado. También puede aprender y practicar técnicas de relajación.

Y lo más importante, si está teniendo una discusión acalorada con su hijo, piense en Ricitos de oro. Ni demasiado caliente, ni demasiado frío, sino en su punto.


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