Por qué la dislexia de mi hijo dificultó que me diera cuenta del TDAH de mi hija

Mi hijo es disléxico. Yo soy maestra. Desafortunadamente, mi hijo no fue identificado a temprana edad ni se benefició de que lo enseñaran a leer de una forma efectiva, a pesar de tener una mamá maestra. En la década de los noventa cuando él era un niño, no era común que se identificara la dislexia antes de tercer grado.

Me culpo de ello, pero esos años difíciles me inspiraron y me convertí en una firme defensora de mi hijo y de otros como él. Escribí artículos acerca de la dislexia. Participé en organizaciones de defensa. Mi familia me ayudó a hacer un documental sobre la dislexia que tuvo gran repercusión mediática. Mi nuevo enfoque de las dificultades de aprendizaje me llevó a enseñar a grados escolares inferiores.

Mi segundo hijo, una niña, parecía ser lo opuesto a mi hijo en la escuela. Todo le resultaba fácil. Aprendió a leer pronto y con fluidez. Escribía bien y era productiva. Era cuatro años menor que su hermano y con frecuencia, y gentileza, lo ayudaba a hacer la tarea. Era una artista con talento, cantante, actriz, atleta y líder en la escuela. Parecía que no había nada que no pudiera hacer o que no hiciera bien.

No fue hasta que llegó a la escuela media y aumentaron las expectativas y la cantidad de trabajo escolar, que mi hija empezó a evidenciar que tenía dificultades. Sus maestros me dijeron que hacía un esfuerzo por poner atención en clase, que entregaba las tareas incompletas y no terminaba los exámenes a tiempo.

Al ser educadores expertos, sospechaban que el hecho de que levantara la mano durante las discusiones en clase era un intento por participar. Muy a menudo, cuando se dirigían a ella había perdido el hilo de la conversación.

Me preguntaron acerca de su habilidad para administrar su tiempo y el estado de su habitación. Ambos eran un desastre. Dos de sus maestros de inglés también se dieron cuenta de que su talento natural para escribir se veía opacado por su falta de perseverancia al revisar.

Aquí es cuando mi historia se vuelve más triste: Desestimé todas esas observaciones y preocupaciones importantes. En ese momento no tenía el espacio mental para preocuparme de las “B” de mi hija. Y sin duda no quería ser una de “esas mamás” que consideran que cada obstáculo que enfrentan sus hijos requiere una explicación o atención especial.

Todavía peor, decidí que todos sus problemas se reducían a una cosa: poca ética de trabajo. Simplemente, mi hija no se esforzaba lo suficiente. Si tan solo los problemas de su hermano fueran así de simples.

Decidí que aunque mi hija tuviera un problema de atención como el TDAH, los problemas de mi hijo eran más graves y exigían más atención de mi parte. Los problemas de mi hija no tenían la misma urgencia. También me preocupaba que intentar atender la dislexia y el TDAH pudiera perjudicar mis esfuerzos de tomar en serio a alguno de ellos (o a mí).

Cuando mi hija se me acercó sollozando durante los finales del segundo año de bachillerato, y me dijo que no había tenido tiempo para terminar ninguno de sus exámenes, finalmente desperté. Eso fue suficiente. Sabía que había llegado el momento de que todos aprendiéramos cómo evitar que eso volviera a ocurrir.

Mi hija fue evaluada. No fue una sorpresa que fuera diagnosticada con TDAH del tipo inatento. Si había necesitado evidencias de sus dificultades, ahora las tenía. Según su evaluador ella estaba severamente afectada, era un “ejemplo modelo” de su condición.

Felizmente, el final de la historia es mejor que el comienzo. Ahora mi hija y yo entendemos mejor sus dificultades de aprendizaje y de atención. Con el tiempo, ella ha aprendido estrategias y destrezas, como planificar y abogar por sí misma. Ahora que está en la universidad, sus listas interminables la ayudan a manejar las exigencias de sus cursos, así como un montón de otras actividades (siempre he pensado que es increíble que se encargue de la estación de radio local).

También las ayudan. Tener más tiempo para terminar los exámenes y las tareas le permite demostrar lo que sabe (su ruidoso cerebro simplemente procesa la información más lentamente). También ha mejorado su resistencia a escribir.

A pesar de sus problemas de atención, no solo está sobreviviendo la universidad, sino que está progresando. Además, generosamente me ha perdonado por haber elegido entre las necesidades de mis dos hijos.

Los errores que cometí con mi segundo hijo me convirtieron en una mejor mamá. También me hicieron una mejor maestra. Ahora soy más capaz de identificar y ayudar a los estudiantes que tienen dificultades de atención. Ya no considero que soñar despierto en el aula indique poca ética de trabajo. Soy curiosa en lugar de crítica cuando los estudiantes son olvidadizos o se distraen fácilmente.

Finalmente, me tomo el tiempo para explicar las dificultades de atención a los padres. Los signos del TDAH pueden ser complejos y difíciles de detectar, y a veces puede que incluso sean invisibles. Por eso es tan importante entender las señales y cómo ayudar a los niños que las presentan.

Obtenga recomendaciones para ayudar a más de un niño con dificultades de aprendizaje y de atención. Vea un video acerca de cómo una familia abordó el hecho de que dos hermanos tuvieran problemas en la escuela. Aprenda acerca de las adaptaciones para niños con TDAH.

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