Yo solía pensar que mi hija con dislexia solo necesitaba esforzarse más

“¡Mi hijo que está en primer grado ya va por el tercer libro de Harry Potter y ¡le encanta!”, comenta mi compañero de trabajo. Y en enseguida me pregunta: “¿Qué está leyendo tu hija?”.

Ay. Quería contestar que mi hija que está en tercer grado estaba feliz mirando libros de imágenes (sin texto). En cambio, balbuceé: “Le gusta que yo le lea Harry Potter”.

A nuestra hija le fascinaban las historias de Harry Potter, pero no le gustaba leerlas. De hecho, tenía dificultad para leer, pero no sabíamos la razón.

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Mi esposa y yo sentíamos que no la estábamos ayudando. Nos preocupaba que perdiera su amor por los libros si no desarrollaba sus habilidades de lectura. Su maestra compartía esas preocupaciones. Juntos decidimos hacer todo lo que fuera posible para ayudarla.

Su escuela ofrecía un instructor de lectura para proporcionarle atención especial. Esto incluía ejercicios de palabras y lectura cronometrada. El instructor literalmente tenía un cronómetro, como un entrenador de atletismo y le pedía a mi hija que leyera tanto como pudiera en un lapso de cinco minutos.

Era extremadamente estresante para nuestra hija. Pero la escuela nos aseguró que habían observando cierto progreso.

Preguntamos qué podíamos hacer para ayudar. Nos recomendaron que hiciéramos ejercicios de palabras en la casa. Así que los practicamos cada vez que teníamos una oportunidad. En el auto, yendo y viniendo de la escuela o después de cenar, sentados alrededor de la mesa del comedor.

Dado que a mi hija le gusta moverse, inventamos juegos para que practicara palabras familiares a simple vista mientras corríamos o saltábamos y nos parábamos de manos.

A pesar de todos los ejercicios y de lo que la escuela decía, no veíamos que estuviera progresando. Al repasar nuestras fichas, ella pronunció correctamente una palabra una vez. Sin embargo, la siguiente vez que vio esa palabra, la miró como si nunca antes la hubiera visto.

Empecé a recordar mi niñez. Cuando estaba en la primaria tenía dificultad para memorizar las tablas de multiplicar. Mis padres y mis maestros me repetían que “dedicara más tiempo”, que me “esforzara más” y que “hiciera más ejercicios”. Lo hice, y al final me funcionó practicar los ejercicios.

Entonces, cuando mi hija estaba teniendo dificultades, yo simplemente la animaba a que se esforzara más. Estaba completamente desconcertado cuando los ejercicios de práctica no le funcionaron. Me descubrí diciéndole cosas como: “Debes concentrarte”. “No te estás esforzando lo suficiente”. “Dijiste correctamente esta palabra la última vez, sé que la conoces; tú puedes hacerlo”.

No obstante, mientras más la presionábamos, más problemas tenía. Incluso empezó a rebelarse. Abandonó sus lecciones y encontró maneras de acortar el tiempo con su tutor de lectura.

En el fondo, lo más extraño era que yo sabía que estaba esforzándose mucho. Lo podía ver en la manera como arrugaba su frente y se pasaba las manos por su cabello. Podía ver que ella estaba incluso más frustrada que yo.

También estaba muy consciente de que los otros niños de su clase leían mejor que ella. Eso la hacía sentirse aún peor.

Al verla batallar empecé a sentirme culpable por la manera en que la presionaba. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que lo que estábamos haciendo simplemente no estaba funcionando. Necesitábamos hacer algo diferente.

En cuarto grado, aproximadamente un año después de que empezamos a practicar los ejercicios de palabras, hicimos que la evaluaran. Fue ahí donde supimos que tenía dislexia. También aprendimos que los niños con dislexia pueden aprender a leer cuando los maestros usan una enseñanza respaldada por evidencia, como el enfoque Orton-Gillingham. No bastaba con memorizar palabras.

Nuestra hija empezó a aprender con el programa de lectura Wilson dos días por semana. Después aumentó a tres días. En quinto grado, la inscribimos en un programa intensivo de Orton-Gillingham. Ahora que recibe la enseñanza adecuada, ha pasado de odiar la lectura a leer por su cuenta. ¡Y ahora piensa que leer es divertido!

Yo también aprendí algo importante. Cuando se trata de diferencias en la manera de pensar y aprender, trabajar inteligentemente es muchas veces mejor que esforzarse. Si eso lo hubiera sabido antes, los primeros años de nuestra hija en la escuela hubieran sido mucho más gratos, y nuestra relación no hubiera sido tan tensa. Afortunadamente, ahora se le enseña de una manera acorde a la manera en que ella aprende.


Averigüe qué hacer si cree que su hijo podría tener dislexia. Busque estrategias para ayudar en la casa a niños con dislexia. Y lea más sobre por qué “esfuérzate más” es un mito en niños que piensan y aprenden de manera diferente.

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