Cómo confundir una fecha de entrega fue una oportunidad para hablar del TDAH

Hace varias pocas semanas, casi dejo pasar la fecha de una entrega. Un gran problema para una escritora. Todos cometemos errores como este algunas veces. Pero cuando tienes como yo, es bastante más probable que suceda.

Uso varios sistemas para estar al día: calendarios, recordatorios y alarmas. En ocasiones lo hago “a la antigua” y escribo en la mano las cosas por hacer (¡lo que sea que funcione!).

Pero a veces la planificación y los recordatorios no funcionan. En esos días me quedo mirando el calendario y me sobrecoge una sensación de pánico cuando me doy cuenta de que: Ay no, tenía que entregarlo HOY.

Esto no es nuevo.

Cuando era más joven constantemente luchaba para mantenerme a flote. Cada fecha de entrega que dejaba pasar (y eran muchas) lo sentía como otra evidencia de que era una fracasada. Me sentía avergonzada cuando los maestros iban a recoger la tarea y yo no la tenía lista.

En aquel entonces no sabía que esas dificultades estaban relacionadas con mi TDAH. Las consideraba una confirmación de que era menos inteligente y capaz que mis compañeros.

Al crecer aprendí más sobre mi TDAH y las . Empecé a darme cuenta de que el método que había estado usando no funcionaba para mi diferencia. Eso significaba aprender estrategias organizacionales que fueran apropiadas para mí. También significaba pedir ayuda cuando esas estrategias no funcionaran.

Recuerdo la primera vez que expresé mis necesidades. Fue en la universidad. Estaba tratando de hacer malabares con demasiadas cosas a la vez y había anotado la fecha de entrega equivocada para un trabajo importante. El día en que se tenía que entregar, apenas había hecho la mitad y sentí la conocida y sobrecogedora sensación de terror al ver que los demás entregaban su trabajo.

Al finalizar la clase me acerqué al profesor. El instinto de esconderme y dar media vuelta estaba presente pero lo alejé. Me sentía nerviosa pero decidida.

“Yo no entregué mi trabajo”, le dije.

“Me di cuenta”.

Respiré profundo.

“No lo entregué porque anoté mal la fecha de entrega”, le dije. A continuación saqué mi calendario y se lo mostré.

“Tengo TDAH y había mucho ruido en el salón cuando usted asignó el ensayo. Fue difícil para mí poner atención. Llevo terminada la mitad. Me he esforzado mucho y quisiera me diera la oportunidad de terminarlo y entregárselo”.

Me observó por un momento.

“¿Por qué no me habías dicho que tenías TDAH? Me da gusto que me lo hayas dicho. Puedes entregarme tu ensayo. Estoy deseoso de leerlo”.

A partir de ese momento me convertí en mi propio defensor.

Aprender cómo manejar y aceptar mi TDAH ha sido un proceso. Crear sistemas que me funcionaran fue un avance enorme. Pero el paso siguiente fue averiguar cómo comunicar mis necesidades y pedir ayuda cuando esos sistemas no fueran suficientes.

Así que hace varias semanas, cuando observé la pantalla de mi computadora y me di cuenta de que la fecha de entrega no era en cinco días como pensaba sino en unas horas, volví a respirar profundo para tranquilizarme. Luego llamé por teléfono a mi editor.

“No hay problema”, me dijo. “En realidad me gustaría hablarte sobre un sistema para que todos los escritores recuerden las fechas de entrega, así que me alegra que me haya llamado”.

“Yo también”, le dije. “Yo también”.

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