Cómo lo admití: 3 ensayos para ingresar en la universidad

Muchos estudiantes (y familias) se preguntan si es una buena idea revelar sus diferencias en la manera de pensar y aprender en la solicitud de ingreso a la universidad.

Divulgarlo es una decisión personal. Pero para estos tres estudiantes, todos ellos mentores en Eye to Eye, fue una buena decisión. Estos son fragmentos de sus ensayos y sus ideas de cómo el proceso de escribir acerca de sus dificultades cambió la forma en que veían sus problemas y a sí mismos.

1. Brittain Peterson, estudiante de último año en University of Denver

Como la mayoría de las personas con , me he sentido impotente y que no era inteligente. Pero también he tenido momentos positivos en los que me sentí exitosa y capaz.

Maestros comprensivos hicieron que la recompensa de sentirme exitosa fuera tan grande que lograron que me gustara la escuela, mientras que los maestros poco serviciales me mostraron la importancia de abogar por mí misma. Mi diferencia de aprendizaje también me enseñó a aceptar las diferencias de los otros. Debido a que he aprendido a encontrar mis fortalezas en lugares poco convencionales, he aprendido la importancia de hacer lo mismo por los otros.

Actualmente, la parte más difícil de la dislexia es la logística: Programar tiempo adicional para los exámenes, tener acceso a una computadora para los ensayos que hay que escribir en clase, planificar con tiempo para asegurarme de tener libros grabados cuando es necesario. Sé que tendré que enfrentarme a la logística de la universidad así como lo he hecho con la logística del bachillerato.

Pero ahora no se trata de si lo puedo hacer, si no de cómo hacerlo.

“Creo que escribir mi ensayo fortaleció mi confianza. Me recordó que la dislexia no me define, sino que me describe. Me ayudó a aceptar la idea de que mi dislexia me ha enseñado mucho. También me forzó a imaginarme cómo usaría las adaptaciones en la universidad, lo que me permitió imaginarme en la universidad.

Mi ensayo también me ayudó a seleccionar a qué universidad ingresar. Quería que la universidad fuera un lugar donde disfrutara aprender y no donde me frustrara por ello”.

2. Scott Thourson, candidato a doctor en bioingeniería en Georgia Institute of Technology

A la edad de 19 años estudiando en la universidad, fui diagnosticado con el (TDAH). En primaria, mi inteligencia estaba oculta por mi limitada comprensión lectora. No encajaba con los mejores estudiantes (no podía leer) ni con los peores (era muy bueno en matemáticas).

Arrojar bolitas de papel, entre otras travesuras, fue mi manera de proteger mi autoestima y poder enfocarme en manejar mis diferencias de aprendizaje en la escuela.

Cuando tenía 12 años, mi mamá me regaló un laboratorio para aprender electrónica. Me di cuenta que cuando podía aplicar el conocimiento de mis proyectos de electrónica a conceptos nuevos en la escuela, superaba mi TDAH y mejoraba mi rendimiento académico.

“Uno de mis mentores me dijo que siempre pensara en mi vida como una historia coherente que puede explicar y relacionar todo lo que siempre he hecho. Hacer listas, escribir un diario, crear mapas mentales o cualquier forma de organizar los pensamientos e ideas puede ayudar a sacar a la luz esa historia.

Decidí revelar mi TDAH porque finalmente estaba orgulloso y seguro de mi historia. Soy una persona muy abierta, así que me sentía cómodo revelándolo. Lo que me hizo sentir bien fue cómo lo hice. Tener una historia coherente y suficiente confianza en mis logros me hizo sentir mucho mejor con quien era y con tener TDAH.

No estaba nervioso por lo que pudieran pensar los que lo leyeran; estaba emocionado. Definitivamente era un momento decisivo en mi vida. No fue hasta ese momento que en realidad empecé a pensar que yo era inteligente”.

3. Carolyn Todd, estudiante de segundo año en McGill University

La dislexia es tanto una bendición como una maldición. Todos los días me enfrento con obstáculos, trabajo el doble que otros estudiantes. He sido estereotipada como tonta por personas que no entienden lo que significa tener una diferencia de aprendizaje. Sin embargo, me niego a darme por vencida. He aprendido la importancia de defenderme y defender a los otros.

Ser disléxica me permite ver el mundo y darme cuenta del increíble potencial que existe en la diversidad. La dislexia me ha dado las herramientas para ver belleza en la diferencia y el valor de cambiar la forma como definimos la inteligencia.

Deseo mostrar al mundo lo que yo veo.

“Decidí revelarlo en mi ensayo porque creo que es importante crear conciencia acerca de los estudiantes que aprenden diferente. He notado que los temas relacionados con discapacidades y enfermedades mentales son tabú. No suficientes personas se toman el tiempo de conocerse y pueden hacer suposiciones erróneas sobre cómo afectan a alguien. Creo que puedo contribuir, en una pequeña parte, al movimiento que intenta cambiar esto.

Revelarlo en mi ensayo me hizo sentir fuerte. Al crecer había aprendido a ocultar mi dislexia, y me siento bien de poder aceptar lo positivo que está asociado con ello y compartirlo con otros.

Cambió la forma en cómo me veía a mí misma porque me hizo sentirme más segura y me ayudó a reforzar la verdad de que tener una discapacidad no te hace menos “inteligente” o capaz".


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